1 de septiembre de 2025. América del Sur inicia una semana marcada por la tensión geopolítica tras el refuerzo del despliegue naval de Estados Unidos en el Caribe sur y la respuesta del gobierno de Venezuela, que activó jornadas de alistamiento de milicia y reservistas. Al mismo tiempo, Guyana acude hoy a elecciones presidenciales con la controversia del Esequibo y la seguridad regional en el centro del debate.
Entre el 28 y 29 de agosto, Washington consolidó el envío de al menos siete buques —incluido un submarino de propulsión nuclear— y alrededor de 4.500 efectivos. La operación fue presentada oficialmente como un esfuerzo contra organizaciones criminales transnacionales vinculadas al narcotráfico. Sin embargo, no se han comunicado públicamente reglas de enfrentamiento ni plazos de permanencia, lo que mantiene abierto el debate sobre la verdadera proyección del despliegue.
Desde Caracas, el Ejecutivo denunció el arribo de las unidades navales como una amenaza directa a su soberanía y presentó reclamos ante instancias multilaterales. En paralelo, el gobierno convocó a la milicia y a reservistas a nuevas jornadas de alistamiento, que se extendieron durante el fin de semana y continúan hoy. Aunque se observó una participación amplia, no existen cifras oficiales consolidadas sobre el número de incorporaciones. Persisten también denuncias sobre reclutamiento forzoso en zonas mineras, que hasta ahora carecen de verificación independiente.
Colombia, en tanto, reforzó la seguridad en áreas fronterizas sensibles como Catatumbo, a la vez que autoridades informaron haber recibido garantías de que una intervención militar no está en la agenda. Pese a ello, los riesgos asociados a migración, contrabando, economías ilegales y grupos armados mantienen la alerta en la región andina.
Guyana sostiene una postura de vigilancia institucional derivada de la histórica disputa por el Esequibo. El país celebra elecciones presidenciales este 1 de septiembre en un clima de expectación. La cooperación en defensa con aliados externos y la cercanía de proyectos energéticos en zonas en disputa agregan un componente adicional de sensibilidad.
El panorama regional refleja señales dispares. Algunas capitales llaman a moderar la tensión, mientras otras respaldan con matices la estrategia de combate al crimen organizado impulsada por Estados Unidos. Brasil, actor clave en el equilibrio hemisférico, aún no ha definido de manera pública su posición final sobre los alcances de la cooperación en defensa. En paralelo, países del Caribe analizan las posibles consecuencias sobre comercio, pesca y conectividad marítima.
Lo confirmado hasta el momento es que la operación estadounidense carece de un mandato público para acciones ofensivas, y que Venezuela ha respondido con movilización interna y un discurso de defensa nacional. Entre ambos polos, gobiernos de Sudamérica observan con cautela los movimientos, conscientes de que cualquier incidente, incluso menor, podría desestabilizar cadenas logísticas, energía y migración.
La controversia por el Esequibo aporta una capa adicional de tensión. Tras los episodios de alta conflictividad de 2023, la presencia de actores extrarregionales vuelve a despertar interrogantes: ¿hasta dónde llegará la proyección de fuerza de Estados Unidos? ¿Cómo responderá Caracas si percibe un acercamiento mayor a sus aguas? ¿Qué efecto tendrán los resultados electorales en Guyana sobre su política exterior?
Por ahora, las señales llaman a la prudencia. La falta de información clara sobre reglas operativas, el número real de reservistas convocados y la eventual participación de terceros países dificultan proyectar escenarios de corto plazo. Lo cierto es que la seguridad hemisférica vuelve a depender de decisiones militares, diplomáticas y políticas, mientras la ciudadanía de la región observa con inquietud cualquier indicio de escalada.
Nota en desarrollo: los antecedentes se encuentran en actualización.